Despertar sexual



¿Cuándo fue tu primera vez? ¿Quién te dio tu primer beso? ¿Cuándo fue tu despertar sexual?

 

Yo soy Ángel y esta es la historia de cómo mi mejor amigo me hizo gay... esta es mi confesión...

 

Narra Ángel

 

Mis padres me presentaron a Sergio con la idea de que dejara mis libros y experimentos de laboratorio casero y jugara más deportes, que saliera más al sol.

 

Cuando tratamos de congeniar, me di cuenta que el chico, aunque era dos años mayor que yo, distaba de ser muy brillante. Tardamos mucho en encontrar un interés común, pero lo hallamos: fue la exploración.

 

Ahí, en el campo que rodeaba el fraccionamiento habitacional se emparejaban las cosas. Lo que yo sabía en teoría, él lo tenía de práctica. No sabía de nombres científicos de los insectos, pero sabía perfectamente dónde encontrarlos.

 

Sergio no era listo, pero sí muy astuto. Y aunque al principio su fuerza física era una desventaja para darle alcance, terminé por verme favorecido por ella.

 

Pronto, empecé a llevar a cabo cosas que solo no hubiera podido hacer, como habilitar una pequeña cabaña abandonada que adoptamos como refugio y estación de almacenaje para nuestras expediciones al bosque cercano.

 

Todo fue bien los dos primeros años, pero un verano, cuando las largas horas de vacaciones nos permitían avanzar cada vez más en las exploraciones algo comenzó a cambiar en la actitud de Sergio.

 

Más que nunca, lo veía preocupado por su físico, por lucir atlético y de cierta manera, masculinamente sexi.

 

Yo me regocijaba con nuestras diferencias físicas e intelectuales, y aunque no sabía de qué manera, el cuerpo de Sergio me resultaba atractivo, sobretodo cuando hacía alardes de fuerza o exhibicionismo, como desnudarse por completo para zambullirse en el lago mientras yo prefería observarlo mientras dibujaba o leía.

 

Me percaté que su vista se mantenía insistentemente en mis piernas, y que continuamente procuraba atrasarse para observarme de espaldas.

 

La sensación de que conspiraba en mi contra era latente, más nunca hubiera imaginado, mucho menos teniendo escasamente 13 años de edad, que Sergio, mi compañero de aventuras de la infancia empezaba a despertar un ansia sexual incontrolable y difícil de saciar, menos en aquel apartado suburbio residencial en el que el destino nos tendió algo más estrecho que una simple amistad.

 

Nuestros cuerpos cambiaron a distintos ritmos. Él ya comenzaba a mostrar una musculatura propia de un adolescente y su estatura me rebasaba por una cabeza de alto.

 


Varonil y atlético, su piel blanca contrastaba con mi apiñonada piel. Mi semblante era infantil y afeminado mientras que el de Sergio era gallardo y atrevido.

 


Algo que llamaba mi atención, era su órgano sexual, el cual a diferencia del mío era mucho más grande, pensaba que la razón era por su edad mayor, ya que el mío era de un tamaño más pequeño y menos grueso.

 

Sergio venía de una familia ranchera, pero acomodada y yo de una metropolitana venida a la provincia.

 

Esas diferencias hicieron que a Sergio no le pareciera tan disparatada la idea de que yo podría ser un buen principio, un ensayo para estrenar su vigorosa sexualidad.

 

Una tarde, caminábamos por un sendero de valle que se formaba entre dos cerros cercanos a la colonia, y en el que habíamos iniciado desde años antes la cacería de insectos para formar una colección entomológica.


Yo con un espíritu de científico en ciernes y él con el de un futuro cazador de bestias.


Aunque parecía que por la cabeza de Sergio, le pasaba la idea de cambiar de presa, pues mientras yo me distraía observando nidos de arañas, él se entretenía mirando mi trasero empinado en mi ajustado short de mezclilla, producto de haber cortado un pantalón vaquero y tener mayor comodidad en las incursiones al campo abierto.

 

Se acercó fingiendo interés en lo que yo veía y sentí que recargó su cuerpo en mis nalgas. No le tomé la debida importancia pues al principio creí en su auténtico interés por ver cómo una araña se alistaba para atacar a la indefensa libélula que había caído en sus redes.

 

La escena era emocionante, pero más lo fue darme cuenta de repente lo cerca que se encontraba Sergio de mí. La araña empezó a enredar hábilmente a su presa.

 


Mi ingenuidad no me permitía ver las verdaderas intenciones de mi amigo, que mientras avanzábamos en el camino, comenzó con extrañas preguntas.

 

Sergio: Oye Ángel, ¿has sabido en esos libros que lees, de algún insecto que en vez de devorar a sus víctimas, se las chingue?

 

No te entiendo, respondí de inmediato.

 

Sergio: sí… ¿hay algún insecto o cualquier otro animal que en vez de devorar a su presa, se la coja, se la folle, se la…?

 

Ya, ya comprendí, y no –contesté extrañado – que las folle no, pero leí de una avispa que inyecta un veneno paralizante a sus víctimas, y después las incuba. Que si bien no es que las folle, sí es algo semejante a que las embarazara. Luego las abandona para cuando nazcan sus crías, éstas devoren el cuerpo de su víctima. Suena aterrador ¿no crees?

 

Sergio dijo después de mi larga explicación: eso en mi rancho se le llama perder por partida doble, jajaja…

 

También he leído de algunas arañas que devoran a su macho después de aparear ‑‑‑ añadí.

 

Sergio continuó con su raro cuestionario: oye, y ¿no sabes de alguna especie de insecto o animal que cambie su sexo de macho a hembra para poderse reproducir?

 

Ángel: pues, algo leí de ciertas especies, lo hacen cuando en su entorno carecen de hembras, algunos machos mutan de sexo para garantizar la supervivencia de la especie.

 

Sergio: órale, y ¿cómo eligen a quién debe hacerse hembra?

 

Ángel: No lo sé, supongo que es por alguna especie de superioridad, por alguna especie de dominación del más fuerte o del más apto.

 

Sergio: o sea, que a huevo se los empinan, jajaja…

 

Ángel: no sé, supongo que debe haber alguna seducción de por medio, más que una violación. De mínimo un acuerdo ¿no?

 

Sergio: si así fuera en el caso de los humanos, y tú y yo estuviéramos en esa situación, no sé, en una isla desierta quizá, ¿qué preferirías para convertirte en chica, que te sedujera o que te violara?

 

Cuando dijo esto, Sergio me miró de una manera que logró ruborizarme y sentirme acosado.

 

Tartamudeé pensando qué contestar.

 

Eh, pues no sé, ¿qué te hace pensar que yo podría ser una hembra apta para la reproducción? Quizá tu serías más adecuado para ser la hembra, eres más fuerte y podrías garantizar la protección de las crías– dije, tratando de parecer audaz.

 

Jajaja, no pos yo creo que es mejor que tú seas la hembra, pues yo cuidaría de ti y de las crías – diciendo esto, me rodeó la cintura con su brazo y me atrajo hacia él haciéndome sentir su potente erección y de inmediato me dijo en tono galante –anda, ¿por qué no intentamos reproducirnos?

 

Me petrifiqué, no tanto de la petición como de lo asombrosamente dotada de su virilidad.

 

Sergio hablaba muy enserio. De ahí no había salida mediante bromas. Quise soltarme de su abrazo, pero su fuerza me controlaba.

 

Espérate Sergio, que me lastimas – dije.

 

Prefiero seducirte que violarte – afirmó con un tono de voz que me hizo comprender mi destino.

 

O me convertía voluntariamente en la hembra de cortejo, o me violentaría para serlo.

 

Recordé cuántas veces habíamos terminado peleando, las mismas que él me había vencido.

 

Es que no sé, no sabría ni cómo empezar ‑, dije dejando de luchar y simulando un interés que le hiciera olvidar la violencia.

 

Yo sí – dijo y de inmediato comenzó a besarme el cuello y la nuca mientras sujetaba con fuerza mis caderas y las meneaba rítmicamente hacia su pene.

 

Empecé a experimentar una agradable sensación de calidez. Una mano suya pasó recorriéndome el abdomen y buscando desabotonarme el short. Me alerté, le pedí que parara.

 

Lo miré a los ojos y le pedí que fuéramos a la cabaña abandonada donde guardábamos los insectos vivos en frascos, y donde nos refugiábamos cuando nos atrapaba alguna lluvia repentina.

 

Vamos allá, y me lo explicas con más calma ¿sí? Aquí puede vernos algún paseante. Allá me siento más seguro – dije, sin saber que había sellado mi destino.

 

Ok, pero no vas a rajarte, ¿verdad? ‑ Cuando Sergio dijo esto, vi mi oportunidad de hacerlo.

 

Podría correr y escapar de una inminente penetración para la que no estaba muy preparado. No estaba seguro de querer ser marcado por una experiencia homosexual.

 

Asentí con la cabeza, entornando los ojos de miedo.

 

Empezamos a caminar mientras él tomó mi mano como nunca lo había hecho, ahora ante sus ojos yo era aquella hembra que él se había comprometido a proteger.

 


Me guiaba con ansia mientras hablaba y hablaba sobre cómo debíamos actuar desde ese momento en delante. Estableciendo el entendido de que yo debía actuar con más delicadeza y él con más hombría.

 

Empecé a olvidar la idea de escapar seducido por su interés y su deseo por mí.

 

Al llegar a la cabaña, apenas a unos metros, Sergio giró bruscamente sobre mí y me cargó en brazos. Me asombré de su fuerza física y de la habilidad con que abrió la puerta con una certera patada al cerrojo.

 

Entró y buscó donde depositarme, vio el viejo sofá que habíamos arrastrado hace tiempo y me puso en él.

 

Velozmente, comenzó a desvestirse del torso mientras yo tiritaba de miedo. ¿Qué rayos vamos a hacer? pensaba mientras me recostaba pensando que todo esto me estaba gustando y que Sergio era un macho que se estaba ganado a su hembra.

 

Se sentó a mi lado y me miró engolosinado por su recién adquirido derecho de acariciar mis carnosos muslos.

 

Quiero besarte, me dijo mojándose los labios.

 

Eso supuse, contesté mientras cerraba mis ojos.

 

Un electrizante beso unió nuestros labios mientras ya enrolado, crucé mis brazos por su cuello.

 


Estás sabrosita – afirmó, siendo esta la primera vez que se refirió a mí en femenino, haciendo estremecer todo mi ser con esa frase.

 

Ángel: Hazme tu hembra, entonces.

 

Mi afirmación y mi entrega sorprendieron a Sergio y me sorprendió a mí mismo.

 

Me besó una vez más durante un tiempo prolongado mientras desabotonaba todo botón en nuestra ropa.

 

Con la ropa ya flojita, me giró con violencia.

 


En mi mente empezó a proyectarse el recuerdo de todos aquellos videos de la vida salvaje que tanto me gustaban sobre vigorosos potros que montaban a sus yeguas para el apareamiento; o un fiero león que penetraba a una sometida leona mientras ambos rugían de placer.

 

Llegó incluso a mi mente el recuerdo de cuando al patio de mi casa logró escabullirse una jauría de perros callejeros que aprovecharon el celo de mi fina perra labradora para darse gusto follándola ante mis propios ojos.

 

La escena sería por el estilo. Sergio se paró detrás de mí bajándome el short y el calzón hasta las rodillas y luego me inclinó hasta ponerme en cuatro patas.

 

Por ahí debo entrar ‑ dijo para sí mismo en voz alta mientras mojaba sus dedos de saliva y estimulaba mi esfínter.

 


¿Sabes lo que estás haciendo? ‑ le dije con voz temblorosa mientras sentía entrar en mi culo la punta de sus dedos y con la otra me sujetaba de la barriga.

 

Perfectamente – dijo ‑ he comprado unos videos donde se ve cómo se follan culitos como el tuyo.

 

Aaaayy ‑ sentí cerca mi destino.

 

Sergio: venga, chiquilla, te voy a preñar.

 

Eso sería imposible, le dije con un suspiro.

 

Pues por lo menos lo intentaremos – respondió, por lo que comprendí que su intención era correrse en mi interior. Esa idea me dio pavor.

 

Quise renunciar diciendo: oye Sergio, creo que no estoy muy preparado para esto.

 

Sentí un tirón en mis caderas como para direccionarme hacia su pene erecto.

 

No temas, prepárate que ahí voy ‑ dijo sin importarle mis palabras.

 

Asustado, insistí: creo que debes darme tiempo y pensarlo un poco y…

 

Ya es tarde para eso, estoy como perro en brama – respondió con voz agitada.

 

Al sentir en la entrada de mi ano, el pene de Sergio, que había visto con anterioridad y era de mayor tamaño que el mío, supliqué…

 

- ¡Por favor Sergio…con cuidado! No me vayas a lastimar… despacito… por favor… aaaahhhhhh…. me va a doler… despaciaaaaaaaaaaayyyyyyyyyy…

 

La violenta entrada de la punta de su pene me hizo gritar de dolor.

 


Pero él, sentía un gran placer de meter su cosota en mi pequeño orificio trasero.

 

¡Qué apretadita estás! – decía en tono burlón.

 

Sácala, sácala… me duele… ¡aaaaayyyyy!... ¡Eres un salvaje! – gritaba sordamente mientas sentía cómo como el cuello de su pene avanzaba abriéndome las entrañas.

 

Trataba de quitarme para que esa vergota no siguiera entrando, pero él me tenía bien sujeto de la cintura evitando que escapara de mi destino.

 


‑ ¡Ya… ya mi reina! ya te entró la mitad… ya te la comiste casi toda… aaahhhhh… pinche Ángelito… ya te parché… aaahhhh…

 

Mientras yo seguía quejándome lastimeramente con cada empujón de verga que Sergio me metía.

 

- ¡Ya, ya, por favor Sergio, sácala… sácala… me vas a desgraciar toda…aaggghhhhh…

 

Cuando me di cuenta, ya le hablaba como si en verdad fuera una mujer, su mujer.

 

Al fin, al sentir su vello púbico en mis destrozadas nalguitas supe que ya me la había metido toda, su vergota estaba bien ensartada dentro de mí… no quería moverme, sentía esa viborota metida en mis intestinos haciéndome sentir lleno.

 


El dolor fue cediendo y entonces de un jalón, la sacó… me sentí vacío y no supe qué paso pero mi colita comenzó a emitir sonidos involuntarios que yo trataba de detener sin conseguirlo ante la risa burlona de mi desvirgador,

 

- ¡Ya te afloje el culo chiquita… ya te destripé…aaahhhh…

 

Y sin previo aviso, me la volvió a dejar ir otra vez.


 

‑ ¡Aaaayyyyyy… bruto… salvaje! aaahhhhhhh…. .me estás rompiendo toda… aaaggggghhhh…

 



- Mmmmhhhhhhh… Oooohhhh… ¡Ahora sí eres mi hembra! ¡Muévete chiquilla!

 

Aaaahh… aaaahh… aaahhh…aaahh, gemía casi entre sollozos de dolor y poco a poco, de placer, mientras sentía las poderosas embestidas de Sergio detrás mío.

 



- Uughh… Así!!! Mmmh!!!

 

Empecé a sentir un calor húmedo, una comezón deliciosamente saciada en mi interior. Luego un ardor intermitente que dolía-aliviaba-dolía-aliviaba.

 



Sergio me tuvo como media hora sacando y metiendo su vergota en mi adolorido culito hasta que de pronto empezó a anunciar con gusto.


 

- ¡¡¡Me voy a venir!!!

 

Abrí lo ojos desmesuradamente al escucharlo y le rogué: no, no, no… por favor no te corras dentro de mí…

 

Con tono más grave de lo normal, mi desflorador dijo: ¡¡¡Cómo chigados que no!!! sólo así serás mi hembra, sólo así me pertenecerás… ¡¡¡Ahí te van!!!

 

Casi llorando de dolor y placer dije: ahh… aaahh… aaahh…¡¡¡No!!! si lo haces, seré tu hembra por siempre… !!!Aaaaaaaaaahhh!!!!

 

- ¡¡¡Pues ya lo ereeeeeesssssssssss!!!

 

¡¡¡Noooooo!!!

 

Sentí su chorro cálido de semen, el cual cayó en mi ano como un bálsamo aliviador para mi atormentado culito.

 

- ¡Aaaahhhhhhh… me vengo… tómalos bizcocho…. tómalos!…aaahhhhh…ya te los eché… ya eres mío Ángel… ERES MÍA… aaaaaahhhhhh…

 

Al tener la leche caliente de Sergio irrigando mis entrañas, en mi mente, la idea de volver a ser hombre ya no me agradaba. Quería ser su hembra por siempre. Entregarme por siempre a mi macho.

 


Cuando terminó de inyectarme su semen, caímos de tumbo acostados en el estrecho sofá. Me abarcó en un protector abrazo mientras mi culo palpitaba de dolor y sentía aún erecta su verga. Mi espalda quedó de completo contra su pecho.

 

Pasaron unos minutos y Sergio por fin sacó su pene de mi interior y al hacerlo vio que su hombría estaba manchada de sangre.

 

Orgulloso, me susurró al oído: mira, te hice sangrar como una mujer virgen, eso quiere decir que ya te volví hembrita…

 

Yo sabía que no tenía un himen como las mujeres, pero Sergio sí había roto algo en mí, los pliegues de mi ano estaban destrozados, o así los sentía.

 

Volteé para ver su pene manchado con mi sangre y me sorprendí al apreciar tan de cerca esa vergota… me preguntaba cómo pudo caber en mi pequeño culito… era obvio que ante tan grosero tamaño me hiciera sangrar.

 

Volví a recostarme, mientras que él con sus atléticos brazos me rodeó todo y sus piernas se entrepiernaron a las mías.

 

Nos quedamos dormidos por horas. Despertamos ya caída la noche.

 

Poco después, Sergio me acompañó hasta el portal de mi casa en silencio hasta entonces.

 

Cuando iba a entrar a mi casa, Sergio se despidió con su mano y se alejó como si todo fuera de los más normal y yo me metí a escondidas.

 

Llegué hasta el baño y vi mi reflejo muy diferente al de la mañana, muy diferente al chico que había salido a explorar con su mejor amigo… frente al espejo ya no estaba un adolescente de 13 años inocente e ingenuo.

 

El reflejo mostraba a otra persona… una hembra despertada sexualmente por su mejor amigo.

 

No pude aguantar más y comencé a llorar, pues no sabía que iba a ser de mí a partir de ese momento…


Días después, yo no quería salir de mi cuarto, me sentía arrepentido de lo que había hecho. Pero cómo disimular ante mi familia lo que sucedía. Mi trasero me dolía tremendamente, y tardé casi tres días en recuperarme.

 

Por la noche soñaba lo sucedido y me despertaba al borde de la excitación deseando verlo y repetir "la preña", ese término tan de rancho que había usado para referirse a la copula de macho y hembra y que habíamos interpretado siendo yo la hembra a "preñar".

 

Me acordaba de esos detalles y me daba risa y ternura. Abrazaba la almohada pensando en que esto podía y debía quedar como algo más civilizado pero su rudeza me resultaba atractiva.

 

Llegó la hora en que él pasaría para ir a buscar insectos y yo empecé a preocuparme por tonterías que en mi vida me había preguntado.

 

- ¿Cómo me veo? ¿Luzco sexi? ¿Femenina?

 

Empecé a seleccionar de mi ropa lo que más unisex luciera. Ajustadito de la cadera, suelto del torso. Me peinaba con un aire de coquetería y lucía lo más femenino que podía

 

- Ángel, ¡Te busca Sergio!

 

Escuché desde la parte baja de la casa… Mi sangre dio al tope de la cabeza… echando un último vistazo a mi trasero en el espejo, salí a enfrentarme a mi destino.

 

Bajé rápido, saludé a mi madre e intentando no sostenerles la mirada a ambos juntos, le pedí a Sergio que partiéramos en ese instante.

 

Caminamos haciendo una charla sencilla y sin significado, sin pensarlo, sin así acordarlo fuimos directo a la cabaña.

 

Apenas cerré la puerta, mi toro se lanzó sobre mí. Me abrazó por la espalda y olfateándome el cabello y restregándome su nariz contra mi nuca y mi cuello, me daba ocasionales lengüetazos que me hacían estremecer.

 

Me levantó en peso nuevamente y me trasladó al sofá.

 


Se sentó en él, depositándome sobre su regazo esta vez, mientras nos comíamos a besos la boca.

 

Me comenzó a desabotonar y comprendí que me tocaba otra vez mi ración de carne viva.

 

Mirándome a los ojos, Sergio me dijo: Desde que te vi, tu trasero me ha quitado el sueño, hoy que eres mi mujer, quiero comérmelo a besos…

 

Yo miré con ternura su cara de auténtica devoción por mi feminidad. Así que dibujando una sonrisa complaciente le di un sí silencioso, apenas marcado por mi movimiento de cabeza.

 

Sin perder el tiempo me giró de espaldas y bajó mi pantaloncillo y la ropa interior de un solo jalón. Levantó mi trasero al aire.

 

Yo me abracé de uno de los cojines del sofá, sentí sus manotas separarme las piernas y su respiración sobre mis nalgas… unos besitos de entrada que me hacían estremecer y ligeros paseos de su lengua sobre mi piel… empezó a acercarse al punto más vibrante y mi alaridos no se hicieron esperar, eso lo excitó y separó mis nalgas con un hambre de fiera.

 

Y se clavó en mi como si quiera sorberme el alma por el orificio, temblé y me retorcí como nunca.

 


Él, con sus brazos libres, me sujetó de donde pudo y comenzó a someterme así que traté de aflojarme y me entregué al relajante masaje de su lengua en mi culito.

 

-Aaaah, aahhh -mi gemir era rítmico y relajante.

 

-Mmmh.. estás deliciosa y no me esperaba menos -me dijo entre sorbos.

 


Así duramos unos minutos, cuando lo sentí escalando sus caricias rumbo a mi nuca y por supuesto, acercando su pene ya desnudo a mi ano.

 

Me abrazó y me dijo: Pero mira que cogidota te voy a poner otra vez…

 

-Ni cómo evitarla -le dije con irónica resignación.

 

-¡Eres mi nena!

 

-Lo soy, y tú eres mi macho.

 

Sintiendo que su vergota empezaba a abrirse paso nuevamente en mí, dije…

 

-Despacito… Ahhh! Te dije que despaaaaahhhh! No seas bruscooooohhhh! Ahhhhh… uufff!!! Uuff!!!

 


Empezó a menearse sobre mí como un semental de crianzas.

 

-¡¡¡Me vas a partir en dos!!!

 

Grité de dolor, pero él cruzó su brazo por mi cuello y yo no atiné a otra cosa, para resistí tal dolor, que morderle el brazo.

 

Jamás me imaginé que con eso sólo me estaba ganando que se moviera como un verdadero semental desposeído de voluntad alguna más que la de preñar a la hembra que se encontraba debajo suyo.

 

-¡Ohhhhh nena! Esto está muy bien!!!Mmññññ!!!

 


-Aaahhhh!!! Oooh!!!, gemí entre mordidas a su brazo y bocanadas para tomar aire.

 

-¡¡¡Y todavía te cabe más!!!

 

-No vayas a hacerlo Sergio…

 

- No, ¿eh?, dijo riendo maliciosamente.

 

-¡No vayas a hacerlo! - supliqué casi con rudeza seguro de no poder con más dolor ni más placer.

 

-¡CÓMO CHINGAOS QUE NO! ¡TRÁGATELA TODA!

 


-¡¡Aaaaahhh- aaaahh!! -emití un gemir ahogado.

 


Casi me atraganto y del suspiro, solo recuerdo un dolor intenso y un mareo que me provocó el desmayo.

 


Cuando volví en mí, estaba vestido y Sergio me observaba vestido también, sentado al borde del sofá.

 

-Me asustaste -dijo.

 

-Y tú casi me matas -respondí.

 

-Vámonos, ya casi anochece, dormiste durante dos horas. No tardan en buscarnos.

 

Me levanté con el cuerpo con una sensación de dolor pero mezclado con un inesperado descanso.

 

Lo recorrí con mis manos sintiendo mi unidad. No sé cómo decirlo, pero me sentía muy bien.

 

Sentía más anchas mis caderas y mis pechos inflamados de un candor extraño.

 

Tomé de la mano a Sergio y lo conduje a la puerta en señal de que nos retirábamos. En la puerta, antes de salir, lo besé con una entrega total.

 

Al separar nuestros labios le murmuré al oído: Gracias por hacerme mujer, tu mujer…

 

Él, sonrió triunfante, y me dio una nalgada, para luego cederme el paso como un caballero…

 

Y así fue cómo mi mejor amigo se convirtió en mi macho.




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